Cuando tenía cinco meses, el perro de la finca en la que vivía me empezó a perseguir. Corrí con todas mis fuerzas, pero cuando me cansé me atacó y empezó a comerse mis cuartos traseros. Tras varios meses de recuperación, mis heridas se curaron y la infección parecía haber desaparecido. Unos meses más tarde volvió y no había manera de curarme… Tras varias conversaciones entre el veterinario y la mujer que me tenía, se decidió que pasara una temporada en el refugio para intentar seguir un tratamiento más estricto.
Muchos meses después, varios tratamientos, muchos medicamentos y rehabilitación, la infección ha desaparecido. La movilidad de mis piernas ha mejorado, aunque el tejido cicatricial limita mucho el movimiento de mis extremidades. Soy muy feliz y me he enamorado de mi compañero Ohio, donde va él debo estar yo.